Y un día te das cuenta de que la cosa no anda, que es más lo que están mal que lo que están bien. Probaste todo, o al menos probaste lo que podías, y nada funcionó. Como si tuvieras un clavo clavado en el dedo gordo del pie que duele a cada paso, pensás en el divorcio. Ya pensarlo es un alivio, es sacarse el clavo, volver a ponerse zapatos y caminar otra vez.
La cosa no pasó de pronto sólo que un día te diste cuenta después de no haber visto, de creer que lo que sea que pasaba iba a pasar, pero el momento no llegaba, crecía tu frustración, tu enojo y día sentís que basta, que te querés sacar ese clavo clavado porque no aguantás más el dolor.
A veces el divorcio es la solución porque la penuria es tanta que no hay ya sobre qué seguir construyendo. Pero otras veces, veo que terminar con la pareja, fracturar la familia, es más un darse por vencido o una huída desbocada, irreflexiva y ciega. Si estás pensando en separarte, te hago tres preguntas en las que pensar.
¿Por qué el sufrimiento? ¿toda la culpa la tiene el otro? si te duele no estar recibiendo lo que te hace falta, ¿lo pediste o esperaste que adivine? ¿cuando te sentiste mal lo dijiste de buen modo o reclamaste, criticaste y acusaste? ¿tu vida y tu felicidad depende de lo que haga o no haga el otro y vos siempre estás esperando y en el lugar de la víctima? ¿El enojo te cubre de tal modo que no te deja pensar?
¿Qué esperabas de la pareja? ¿revisaste lo que esperabas de la convivencia? ¿Te creíste la historia del amor que cuentan las novelas y los boleros y que el amor lo podía todo? ¿Le preguntaste a tu otro lo que necesitaba? o ¿hiciste lo que vos creías que necesitaba? ¿Todo está mal, no hay nada que veas que esté bien como si hubieras perdido la vista de un ojo?
¿Cómo imaginás el futuro? Además del alivio de la soledad, de no tener que negociar horarios y decisiones ¿Te preguntaste cómo será tu futuro, con los hijos, la familia, los amigos, el dinero, todo lo que cambiará con el divorcio? ¿Tenés la seguridad de que una vez que te alivies, vivirás la felicidad que soñabas?
Pensar en el divorcio es un alivio porque uno siente que si la cosa se pone imposible está esa salida. Pero a veces nos apuramos. Las soluciones tomadas en medio del enojo y el sufrimiento no suelen estar bien consideradas, solo se busca el alivio y no importa otra cosa. Uno quiere sacarse de encima lo que duele sin pensar ni esperar. El ver solo con el ojo que ve todo mal, distorsiona la realidad y no aconseja bien.
Si estás pensando en divorciarte, salí de tu casa, comprate un cuaderno lindo, andá a un café, a un lugar amable, preferiblemente un lugar nuevo, pedite un café, un trago o lo que quieras y hacete el regalo de mirate para adentro un rato y anotá. Respondé una a una, estas preguntas: ¿la culpa del sufrimiento es solo del otro?, ¿esperabas de tu pareja cosas imposibles? ¿cuáles serán las consecuencias de un divorcio?
Y no te engañes ni te adornes las cosas, decite la verdad. Siempre nos resulta más fácil ver lo que hace mal el otro y no nos damos cuenta de lo que hacemos nosotros mismos. En lugar de esperar que suceda un milagro, tomá las riendas en tus manos, hacé un ejercicio de honestidad bruta, sin disfraces, vas a ver cuánto de tu conducta te trajo donde estás. ¿Conocés a alguien que se divorció? preguntale qué pasó después, anticipate para pesar bien la decisión que estás a punto de tomar. Tu pareja también está sufriendo y tampoco sabe cómo salir del atolladero. Una vez que te respondas esas preguntas podrás pensar un poco más si divorciarte es lo que querés o si, abriendo el ojo que ve lo que está bien, tu pareja tendrá una nueva oportunidad.