Diana Wang, presidenta de Generaciones de la Shoá-Sherit Hapleitá e hija de sobrevivientes del Holocausto, dialogó con la Cadena Judía de Información Vis a Vis con respecto a la ley que sancionó el gobierno de Polonia en el que castigará a todas aquellas personas que califiquen al país como “colaboracionista o cómplice” del Holocausto. Con respecto a esto, Wang aseveró que “es una aberración y una inquietante declaración que encubre una complicidad avergonzando internacionalmente a la dirigencia polaca”.
– Como hija de sobrevivientes, ¿qué opinión te merece la decisión del gobierno polaco de castigar y prohibir a aquellas personas que tildan al país como cómplices del exterminio nazi? ¿Lo sentís una provocación?
– Me parece una aberración, un absurdo y una inquietante declaración que encubre una complicidad que está avergonzando internacionalmente a la dirigencia polaca. Me parece que hay varios niveles para pensarlo.
En un nivel individual, los legisladores son hijos o nietos de los polacos que convivieron con los judíos durante la Shoá, o sea que se podría suponer que la ley tiene la pretensión de lavar sospechas o acusaciones oscuras sobre sus propias familias. Los que se aprovecharon, los que denunciaron, los que colaboraron, los que asesinaron, los que se apropiaron, muy probablemente contaron otra historia a sus descendientes que pueden desconocer el origen del dinero o la propiedad familiar o la historia de cómo sus antepasados sobrevivieron durante la Shoá. O sea, en el mejor de los casos, los legisladores no saben. Pero tal vez sospechen, tal vez se hagan preguntas inquietantes que tiñen hoy sus vidas y les haga falta algún elemento que les devuelva la paz de espíritu, si es que estuviera alterada. Esta ley implica que ningún polaco hizo nada malo porque, según reza la versión oficial, los polacos mismos fueron víctimas del ocupante nazi y de este modo la conducta de los antepasados de cada legislador queda libre de culpa y cargo. La ley fue aprobada n el senado or 57 votos a favor, 23 en contra y dos abstenciones.
En un nivel socio-cultural, el proverbial antisemitismo histórico del pueblo polaco se pone sobre el tapete una vez más. Es una mancha sobre la narrativa popular del polaco víctima de frecuentes conquistas de sus vecinos prusianos, rusos y austro húngaros, que reivindica su heroísmo y dignidad nacional como bandera de lucha y autoestima. El antisemitismo polaco forma parte de la cultura nacional desde hace varios siglos y está tan naturalizado que los mismos polacos no lo advierten. Solo unos pocos, aparentemente cada vez más especialmente entre los más jóvenes, están revisándolo e investigando sus raíces e implicancias.
En un nivel político nacional, los esfuerzos de los gobiernos polacos luego de la caída del muro soviético han sido consecuencia de la incorporación de Polonia a la comunidad europea. Si querían estar allí debían lavar las culpas del pasado, mostrarse deseosos de cambiar un pasado turbio. En esta línea se crea e instala el museo Polin, en terrenos donde estaba el antiguo gueto de Varsovia, un museo que muestra y relata los mil años de vida judía en Polonia. Desfilan por él cientos de visitantes diariamente, en especial alumnos de escuelas de todo el país que lo recorren y aprenden que no se puede entender Polonia sin conocer la influencia y la participación de los judíos en su identidad cultural. Hay en las universidades, en la Jagelonska y en la de Varsovia, cursos y seminarios sobre vida y cultura judía cuyos profesores y alumnos no son judíos. Son primeros pasos para la reinstalación de lo judío de un modo positivo y constructivo modificando así la narrativa anti judía tradicional. Pero Polonia está muy lejos del trabajo intensivo y exhaustivo asumido por Alemania que ha aceptando la culpa de la perpetración en continuadas declaraciones políticas y estableciendo programas educativos en todos los niveles escolares. También Polonia está lejos de Francia que pidió disculpas oficiales, en la voz de quien fuera su presidente Jacques Chirac, sobre la complicidad gubernamental francesa en la deportación de sus judíos. Polonia, cuyo gobierno en el exilio no puede ser acusado de colaboracionista, quiere sacudirse el sambenito de la perpetración de muchos de sus ciudadanos y no se aviene a ver ni reconocerlos como responsables de la expoliación, abandono y muerte de miles de judíos.
– Esta ley, ¿puede llegar a modificar el curso de la Historia?
Ninguna ley puede cambiar el curso de la Historia, pero en este mundo de la pos verdad en el que los hechos son puestos en duda en pos de necesidades y versiones actualizadas, vemos un intento de cambio a partir de esta insólita prohibición. Hay narrativas que encubren los hechos. Por ejemplo el asesinato de la alta jerarquía polaca en el bosque de Katyn durante la guerra fue históricamente atribuida a los nazis y recién décadas después fue develada como realizada por los soviéticos. La Historia se puede tergiversar, disfrazar y ocultar pero tarde o temprano la verdad vuelve a la luz.
-¿Estas de acuerdo con que haya un revisionismo del Holocausto? ¿Por qué?
Si por revisionismo entendemos negación, no puedo estar de acuerdo de manera alguna. Soy hija de sobrevivientes, soy parte de la documentación viva que atestigua lo que pasó. A mi no me pueden contar otra cosa. Pero creo que es preciso ahondar la difusión de qué fue el Holocausto, cuál su sentido e implicancia para el mundo actual. En este sentido todavía estamos en falta porque sigue viéndose como algo que nos pasó a los judíos, hace mucho, allá por el siglo pasado y en un lugar que no está claro donde está. Hasta me parece que esta carencia en la enseñanza de la Shoá tiene su grado de responsabilidad en esta insólita ley polaca que sigue tomando lo que pasó como parte del pasado. Si se viera y si se comprendiera que la conducta de los observadores pasivos, de los indiferentes, o sea de la mayoría de la población, es lo que hace posible todo hecho genocida se podría trabajar mejor para prevenirlo. En Polonia no se ha hecho ese trabajo.Ya no me refiero a los cómplices directos, sino a la enorme masa de la gente común que por terror, por ignorancia o por comodidad, dejaron hacer. Si se viera, si se comprendiera, la vulnerabilidad de las sociedades humanas que pueden verse envueltas, a veces activamente, en horrendos sucesos genocidas que atentan contra la más esencial moralidad (véase lo sucedido en Ruanda, en los Balcanes, en Camboya por señalar solo tres) tal vez podríamos implementar nuevos recursos que nos defiendan con más efectividad.
– ¿Cuánto influyó el nuevo gobierno polaco para que este tipo de acciones salgan a la luz?
El actual gobierno polaco, del partido Paz y Justicia (PiS, Prawo i Sprawiedliwość), tiene a la reivindicación del orgullo nacional polaco como columna, es un gobierno conservador y nacionalista que busca el apoyo popular. Los movimientos de oposición están expresando su indignación por esta desdichada ley. Debemos esperar los acontecimientos futuros para ver cómo responden los esclarecidos, los que no temen hundir sus manos en el oprobio de un pasado oscuro y hacer honor a la verdad y desde ahí, solo desde ahí, reconstruir una identidad nacional mancillada y culpable.
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