INTIMIDADES DE LOS ENSAYOS EN EL CORO POPULAR JUDÍO MORDJE GUEBIRTIG “Regardeame!” dice enojada cuando atacamos una nota a destiempo, “regardeame!, no mires la carpeta, regardeame a mí!” y uno se acomoda en el asiento, se aclara la garganta y la mira fijo con cara de yo-no-fui, no vaya a ser que lo mire a uno y el “regardeame” general, le sea dirigido a uno en particular.
Parada frente a nosotros, con su escaso metro cincuenta, nos baila cada canto que nos hace cantar y se eleva como los enamorados voladores de Chagall. Reizl no dirige un coro, Reizl lo baila.
Hace al revés que los reyes. Los reyes hablan en plural, en primera persona mayestática. El rey dice “nosotros pensamos...”. Reizl habla en singular y te habla a vos. Como las Tablas de la Ley, el único código escrito en segunda persona, así dirige el coro: de a tú.
Hay que vernos. Semejantes grandulones, abuelos y hasta bisabuelos, cabezas canosas o teñidas o peladas, caras vividas, ojos sabios pero aún sedientos, recibiendo su interpelación como dirigida a cada uno en particular, sentados, compuestos y obedientes, mirando sus ojos, su boca y sus manos, de donde como un milagro salen nuestras voces.
Su segunda persona del singular tiene la virtud de involucrarnos a todos. Pero ella sabe a quién le habla. Oído de tísica tiene. No es sólo que sepa música, que sea melodiosa, que haya estudiado mucho. No. Lo que tiene es oído de tísica. Cuando alguien por allí atrás, detrás de tres o cuatro filas, se le chifla un semitono que no va, Reizl no mira en esa dirección. Planea su mirada por sobre todos y dice “no me bajes esa nota!” y sólo ella y quien hubiera cometido el pecado saben de quién se trata.
Corrige sin avergonzar, exige sin acorralar, hasta se enoja, pero sin humillar. Y cuando la cosa sale bien...! Cuando no tiene nada qué corregir...! Bueno, pero ya voy a llegar a eso.
La kehilá de Buenos Aires le hizo un homenaje el miércoles 24, en la AMIA.
Un aplauso a los gestores de la idea! El trabajo que realiza Reizl por mantener vivo el duende del idish, y junto con ello, tanto de nuestra identidad askenazi, ha sido un trabajo de bajo perfil, poco conocido por la gran mayoría. Reizl es de las laburantes que hacen bien su trabajo todos los días. Nada más. Y nada menos. No parece esperar honras ni aplausos. Viene y hace su trabajo. En la vanguardia de la resistencia cultural, pelea en contra de la desmemoria borradora de identidad, mantiene vivos y genuinos a nuestros mejores nutrientes, y se erige en heroína de tiempos superficiales y banalizadores armada con su entusiasmo y embriagador empecinamiento.
No sólo en los conciertos y las funciones, donde se difunden las joyas de nuestros poetas y músicos, el olor de nuestra cultura; también, y sobre eso podemos testimoniar los coreutas, en el trabajo cotidiano en cada ensayo, en cada comentario, en cada chiste.
Les cuento, por ejemplo, cómo es cuando Reizl presenta un canto nuevo. Cada uno de nosotros ya posee la letra escrita tanto en letras hebreas como latinas. Reizl lo lee. No sólo lo lee, le pone neshume, lo interpreta, se conmueve. Siempre se conmueve como si fuera la primera vez que lo lee, como si la emoción de transmitirlo, la felicidad que ello le produce, la elevara al éxtasis. La escuchamos absortos, disfrutando del momento y anticipando lo que sabemos que se viene. Se viene la traducción. Reizl traduce y, como hay entre nosotros, serios conocedores de idish, es un momento muy rico porque hay distintas versiones e interpretaciones. Los que escuchamos, aprendemos, no nos cansamos del privilegio de escuchar las argumentaciones. Y aprendemos. Después viene el comentario sobre el significado del canto, el contexto en el que ha sido engendrado, su sentido. Y aprendemos. Aprendemos sobre la vida judía, sobre la cultura de la que somos herederos y portadores. Muchas veces resignificamos fragmentos de nuestros pasados, episodios que no habíamos entendido, comentarios cuyos ocultos sentidos se nos habían escapado.
Después tenemos que leerlo todos juntos en voz alta. Hacer nuestra cada palabra, masticarla, incorporarla, darle cuerpo, nuestro cuerpo, nuestro aliento y nuestra voz. Recién después viene la música. Y eso también tiene un procedimiento. Reizl toca la melodía en el piano. Siempre hay alguno que ya se la sabía o que la adivina y se apura y la tararea. “Ecuté!” vocifera Reizl, “callate y escuchame”. Y escuchamos. Una vez. Otra. Y después nos hace un gesto como “a ver, cantá” y tímidamente empezamos a mascullar la letra nueva y a tratar de acomodarla en la melodía que estamos aprendiendo.
Reizl es una genia! De muchos de nosotros, troncos con poca esperanza, sacó buenas ramas. Con paciencia, con cariño, explotando nuestro entusiasmo potenciado por el suyo, acoplándose con su amor por los cantos populares judíos y a nuestra sed de idishkait nos ofrece un sostén emocional para nuestra identidad más primitiva.
Reizl soñadora. La he visto llorar porque algún coreuta ha protestado porque “me pusiste al fondo”. Ha llorado ante la arbitrariedad de algunos de nosotros que, ocupados en nuestro desempeño en el coro, perdemos de vista la enorme cantidad de variables que tiene que tener en cuenta en el armado de cada presentación. Y sufre un montón cuando no puede satisfacer a todos. Parece mentira. Tantos años como maestra, todavía no ha aprendido que no se puede contentar a todo el mundo. Y Reizl, que tiene en sus manos la herramienta que aquieta a las bestias, llora cuando siente que este mundo armónico, esta isla de solidaridad que espera del coro, presenta una fractura. Reizl soñadora. Reizl entrañable. Reizl chispa de amor.
No es chiste dirigir un coro popular de 168 personas. Popular quiere decir que nadie sabe música. Popular quiere decir que hay que explicar teoría y notación musical con ejemplos concretos, con los ojos, con el cuerpo. Hay que verla a Reizl golpeando el costado del teclado para indicar el ritmo del dos por cuatro, o los tres tiempos, o los puntillos, o las cadencias. Y de pronto se enrieda con las negras y las blancas y estallan las risas, especialmente entre los hombres.
Los judíos nos hemos caracterizado por hacer de los hechos nefastos, augurios de buena suerte. En los casamientos, rompemos un vaso y decimos “mazltov”. Si llueve para una fiesta, decimos que es buena suerte. Si no reconocemos a alguien decimos que va a vivir hasta los 120 años. El atentado a la AMIA ha sido un punto de inflexión en la comunidad judía argentina. Produjo cambios que aún están en proceso de desarrollo. Uno de ellos es la constitución de este coro, surgido como respuesta viva al intento de matarnos. Pueblo obstinado el pueblo judío. Tantas veces nos mataron, tantas hemos resucitado. Esta vez, el intento de matarnos despertó esa otra muerte de la que ya parecíamos no tener retorno, la muerte del idish.
Reizl es una de las abanderadas de este renacimiento. Reizl que nos baila la memoria de nuestra identidad en cada ensayo. Reizl que nos abrazaría a todos cuando nuestra voz expresa su idea del canto, cuando era cómo lo había imaginado y se la ve transportada en ese instante en que se queda respirando los armónicos que le dejamos, disfrutando de la perfección, de ese casamiento entre la música y la voz, lo más esencial de lo humano.
Sepan quienes leen este humilde homenaje, que tenemos una Reizl Sztarker. Zol zi lebn guezint un shtark biz hindert tsvontsik iurn mit undz tsuzamen un zol men kenen zehn der sholem oif di gantse velt. Umain. (el que no entendió, que se venga al coro a ver si aprende algo)
HOMENAJE A REIZL SZTARKER EN AMIA. (Contado por su bisnieta Mara). DW
Mi bisabuela, la shprindzine.
Me encantó la palabra shprindzine -resorte- que dijo Moishe Korin el otro día. Repítanla. Vean qué lindo suena. Es saltarina, chispeante, irreverente, rebelde, justa, solidaria, rítmica, sorprendente. Así es mi bisabuela, un alambre enrulado que se achica para juntar fuerza y se expande y alcanza donde otros ni habían imaginado.
Mi bisabuela no es una bisabuela cualquiera. Dirige un coro, un montón de personas que cantan juntas. Cantan en idish. Idish es un idioma que antes se hablaba mucho pero que ahora ya no. Cuando yo sea grande, esas canciones me van a recordar siempre quién soy, de donde vine, para qué lados puedo ir.
El otro día, el miércoles 24 de octubre, la kehilá de Buenos Aires le hizo un homenaje a mi bisabuela. El departamento de Cultura lo pensó y lo hizo. Cultura es eso que mantiene a los ladrillos todos juntos para hacer una pared, y con las paredes hacer una casa. La fiesta se hizo en la AMIA que es una casa grande, muy linda y toda nueva. Me dicen que la que había antes le destruyeron. Me dicen que fue horrible. Me dicen que no se sabe quiénes hicieron una cosa así. Cuando pasó eso, hace como siete años, mi bisabuela lloró y lloró y un día se cansó de llorar y se juntó con otras maestras del shule y se pusieron a cantar. Mi bisabuela no puede estar mucho tiempo lamentándose, tiene que hacer algo. Fue hace como seis años. Empezaron unos poquitos y hoy son casi ciento setenta. El otro día, en la AMIA, estaban todos, todo el coro. Y mucha otra gente más. Yo no conocía a nadie pero había tantas risas, todos se querían, se saludaban. Hubo gente grande que lloró un poco. Cuando cantaba el coro, me daban ganas de dormirme en los brazos de esas palabras que sonaban a leche tibia, a miel y canela, a té en vaso y a cama recién tendida y a tibieza de mamá. Lástima que no lo conocí a mi bisabuelito Máirale. Lo recordaron mucho también a él. Y mi tía abuela Jáiele también tocó el piano e hizo un número con otra gente del coro, un oratorio dicen que se llama. Estuvo bárbaro: con diferentes pedacitos de canciones, de ésas que todos parecían conocer, contaron la historia del coro. También cantaron y bailaron una canción lindísima que decía “Hello Reizl!”. Moishe Korin contó cosas de mi bisabuela, divertidas, simpáticas, inteligentes. Lo que más me gustó fue lo de la shprindzine. Pero ya lo había dicho, perdón. Lo que pasa es que soy muy chiquita, apenas un mes tengo, y miren todas las cosas que ya tengo que recordar y contar. Se dijeron cosas lindísimas. Qué suerte que tuve de nacer en esta familia, con gente de trabajo, profesionales, músicos, gente honorable y buena. Mi mamá, me subió en brazos al escenario. Eso es porque soy la más chiquita. Fue lindo ver cómo todo el mundo se emocionaba. Y mi bisabuela me miraba arrobada! Me encantó! Es raro esto de tener tanta familia. Yo creía que sólo tenía padres, tíos, primos, abuelos, eso que tiene todo el mundo. Resulta que todo el auditorio estaba lleno de parientes. Estaba la gente del coro, los alumnos de tantos años, los amigos, los familiares, los compañeros de trabajo, discípulos, todos rindiéndole tributo, honrando su vida. Cuántos juntó mi bisabuela! Cuántos hermanos, cuántos hijos tiene! No entraban en los asientos: tuvieron que poner otras filas sobre el escenario para que la gente se pudiera sentar. Pasaron un video con fotos y distintos momentos de su vida. Me costaba reconocerla con esa otra ropa, ese otro peinado; su sonrisa, su entusiasmo y su alegría eso sí lo reconocí, estaba en todas las fotos. Estuvo lindísimo todo, pero lo que más me gustó fue cuando se escuchó una grabación de chicos cantando en idish. Nadie sabía de qué se trataba. Nos quedamos todos en silencio, escuchando como en una ceremonia que yo no sabía qué quería decir pero que era importante. Mi bisabuela miraba a los costados sin imaginarse lo que iba a pasar. De entre el público sentado, se empezaron a levantar algunas personas y subieron al escenario. Esos veinte hombres y mujeres eran algunos de los que habían grabado esa canción cincuenta años atrás!
Qué suerte para mí haber podido estar ese día para poder contárselo alguna vez a mis nietos y bisnietos! Contarles de este homenaje, y también de todo lo que hubo detrás. De mi bisabuela a mí hay un arco que va de un siglo a otro, de una historia a otra, de un futuro a otro. Cuando sea grande, voy a ir un día a la AMIA y les voy a agradecer el homenaje del otro día, sin estridencias, transparente, tranquilo, “derechito” como dice mi bisabuela que fue su camino en la vida. Es bueno agradecerle a la gente lo que hace, decirle que importa. Nuevos edificios pueden ser levantados por cualquier persona. Llenarlos con palabras y música, con historia, con sentido y perspectiva, eso lo puede hacer sólo alguna gente. Es lo que siempre hizo mi bisabuela, Reizl Sztarker.