Sexofobia y autoritarismo

A modo de justificaciónEn este intento diario de ser nosotros mismos lo más posible, -los que lo estamos intentando-, nos enfrentamos a cada paso con supuestos, ideas, prejuicios que se nos imponen “per se”, que parecen tener existencia propia y a los que vivimos sólidos e infranqueables, severos e inapelables. Son las normas, leyes, prohibiciones que, al estilo de los diez mandamientos, tratan de prevenir al hombre de su “esencial” maldad, castigándonos desde el vamos, reprimiéndonos, en forma más o menos sutil, de gustar de la vida y del natural ritmo de nuestra biología. Porque es ahí, en lo corporal, donde las vallas son más altas, y es ahora, cuando nos enteramos que somos enteros, cuando el cuerpo vuelve a ser un aspecto respetado de lo humano, cuando sentimos en la carne lo difícil, lo duro, lo desconocido de nosotros mismos. Al decir cuerpo digo cuerpo-como-objeto-de-placer, digo sexo. Y que el sexo es el gran tabú, no es novedad para nadie. Que nuestra sociedad se basa en la represión sexual, tampoco. Quizá suceda que no alcancemos a comprender lo crítico de estas novedades porque somos cómplices, porque la sexualidad para nosotros, a pesar de la aparente liberación que vivimos, sigue siendo artificiosa, sucia, bloqueada y frustrante. El tabú del sexo ha dejado de ser, en parte, el tabí a la mecánica del coito: ahora es el tabú al amor, al amor encarnado, comprometido y militante, y así, reprimir la sexualidad es, en realidad, tener reprimida la capacidad de amar.

Defino Llamo AUTORITARISMO a toda ley, precepto o prohibición que nos impide el desarrollo de nuestras potencialidades y el goce de nuestros logros, ya sea que vengan del “exterior” en forma de códigos y leyes explícitos o implícitos, o del “interior” en forma de super yo o conciencia moral. Como instancia interna, es la cristalización de siglos de sometimiento a normas represivas que, internalizadas, son ahora auto represivas. Todo lo que una vez fue externo ahora es interno, lo que fue impuesto es supuesto. Por eso es tan difícil reconocerlo en la vida cotidiana, denunciar a cada paso las pautas a las que nos sometemos. Se nos han vuelto “naturales” y en función de ello es con alegría que las obedecemos, convencidos de que “así debe ser”. El único intento de rebelión que conocemos es la neurosis, pero es una pseudo rebelión pues en realidad nos lleva a someternos con mayor complacencia a severos mandatos que nos impiden una adecuada acción modificadora del entorno y no nos permite una auténtica liberación de estas normas y leyes represoras. Llamo SEXOFOBIA al miedo a toda manifestación erótica (léase: de amor) y sexual y a su consecuente represión. Luigi de Marchi, creador del neologismo, dice de él en “Sexo y civilización” que “no quiere indicar una determinada forma psicopatológica, sino solo una actitud mental genéricamente morbosa hacia la sexualidad que marca a toda una cultura y sus hábitos, predisponiendo a los individuos a específicas desviaciones y perturbaciones neuróticas”.

Dos versiones míticas reveladoras Pido prestadas a la sabiduría popular dos versiones del origen de la naturaleza humana que traducen con alegórica dramaticidad lo que intento mostrar teóricamente. Uno de los mitos órficos que Platón recrea en “El banquete”, es el de que en el origen los seres que poblaban la Tierra eran de cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas. Su vida transcurría plácida y armónica, se autoabastecían, eran felices. Zeus comenzó a temer por su supremacía divina y, un día, pensó que el no necesitarlo los hacía tan poderosos que se les podría ocurr4ir treparse uno encima del otro y de este modo alcanzar la cima del Olimpo y destituirlo. Tomó entonces un hacha filosa y partió por la mitad a estos seres, disimulando la costura en el ombligo. Logró así debilitarlos, transformarlo en seres imperfectos que lo necesitaban para ser completos, para poder seguir vivos. Las conclusiones a que este mito nos acerca son muy variadas. Desde la fundamentación de la búsqueda de la “cara mitad” o la “media naranja”, es decir la convicción ideológica de que la gente no cambia y que el “destino” le tiene adjudicada una pareja y no otra, inmutablemente, hasta el encuentro de esa vieja técnica de dominio que es la balcanización, el famoso “dividir para reinar”. Pero quizá sea más cercano a nuestro espíritu el mito del Génesis bíblico y, creo, más revelador por su riqueza simbólica. La primer pareja no fue Adán y Eva. Esto es el fruto de una expurgación practicada en la Biblia original que mostraba otra forma de relación humana y que ofrecía la posibilidad de un modelo de pareja en el que el sometimiento y el autoritarismo no tenían lugar. Adán y Lilith –que así se llamó su primer compañera- fueron hechos por Dios del mismo barro y al mismo tiempo. Guardan un notable paralelo con ese ser bisexuado del que nos habla el mito griego y que simboliza a la pareja autosuficiente, la armonía y el equilibrio. Lilith no necesitaba accesorios –llámense manzana, serpiente, hoja de parra- para conquistar a su compañero. Su sola presencia traía el rumor de voluptuosidad y placer sensible al que Adán no intentaba resistirse. Nos llegan versiones de que se lo pasaban todo el tiempo tomando sol y haciendo el amor –que es otra forma de tomar sol o tal vez de serlo-, claro que de este modo, la palabra de Dios (o Zeus, la autoridad, el super-yo) no tenía mucha gravitación sobre ellos. Probablemente se dijeran: “¡Cómo hincha el viejo!” (pido perdón por el atrevimiento de poner en lenguaje coloquial las palabras de tan magnos personajes, pero en tren de recrear supongo que querrá el mito que entre ellos no se anden con vueltas) (estábamos en que el viejo hinchaba) “¿Por qué no nos deja gozar en paz! Habría que conseguirle una compañera para que vea lo lindo que es esto….”. Pero como eran los únicos, no pudo ser, y por fin un día, Dios se enojó, dijo “¡Basta!” y puso manos a la obra en su intento de arreglar el estropicio y recuperar a los que había creado a través de la dependencia, haciendo que lo necesitaran. Una noche, aprovechó que estaban dormidos y echó a Lilith, la envió al fondo del océano y tomando una costilla de Adán creó a Eva. Lo que sigue lo conocemos todos. Pero igual lo digo: Eva marcó el nacimiento de la moral judeo-cristiana y la muerte –obvia- del paraíso. Con Eva la pareja de deshace: ella no es igual que él; ella es inferior; es un producto de él; es su des-pareja. Eva es la voz del sometimiento sin quejas, de la total obediencia. Eva es la introductora del pecado, de lo que está bien y de lo que está mal. Eva es la represión. Eva es la maternidad sacralizada pero dolorosa del “parirás tus hijos con dolor”. Eva es “pura”, tiene vergüenza, cubre su desnudez. Eva no goza de su sexualidad. Eva miente, introduce la “picardía” y la “curiosidad femenina”. Eva llora. Eva se aguanta. Eva no sabe tomar el sol. Esta nueva entidad Adán-y-Eva aparece como el origen y el modelo de relación que recibimos, aceptamos y al que nos sometemos. Lilith grita su amor a la vida del que solo nos llegan débiles ecos alguna noche privilegiada, tal vez en verano, si nos podemos olvidar de tanto miedo.

Nosotros hoy Mientras tanto, cada uno de nosotros vive según los preceptos bíblicos; acatamos y nos sometemos muchas veces con alegría a las normas represivas internas y, por supuesto, a las externas. Somos dulces ovejitas que nos entregamos diariamente, con unción patriótica, al venerado sacrificio de no gozar más que por casualidad, de olvidar nuestras reales necesidades o de postergarlas eternamente, de tomar lo indispensable para vivir y mantenernos en constante estado de privación. La lista podría ocupar páginas y páginas pero es, en resumidas cuentas, todo el arsenal de técnicas neuróticas de que disponemos –y usamos- para no ser nosotros mismos y dejarnos pisar por el que venga. Individualmente, esto se expresa de esta lado del mundo (hay ciertos lugares privilegiados en donde parece que esto no sucede, pero esto es tema para otra comunicación) muy clara y esencialmente, en la actividad sexual concreta. Desde Freud ya no puede eludirse la importancia de esta área en la evolución humana. Primero el creador del psicoanálisis y luego Wilhelm Reich nos enseñaron, demostraron y convencieron que la represión sexual era –ES- el gran instrumento de sometimiento, superestructuralmente se entiende. El individuo –cualquiera de nosotros- no satisfecho sexualmente (cuando digo esto no me refiero a la mecánica, a la “mise en scène”,al disfraz asustado, perverso, “liberado” del amor, ¡no! Me refiero a un concepto que, por lo ut supra, nos cuesta mucho entender, hacer carne, que algo así como vivir, hacer y gozar del cuerpo-entero-y-sexuado-con-el-cuerpo-entre-tú-sexuado-de-otro, entregarse a ser de verdad en una unión silenciosa, humilde, sin pretensiones ni exigencias, siendo simple y naturalmente gracias-al-otro, recibiendo y dando) decía, que esta persona que de alguna manera está permanentemente violándose en su esencia de ser sexuado, privado y cadenciado en la satisfacción de una necesidad que es tan vital como respirar, frustrado de por vida y obligado a vivirse como sucio o malsano o perverso cuando quiere hacer el amor, es terreno fértil para hacer y hacerse daño, para someterse a cualquier cosa que se le imponga, a ser esclavo. Y eso es lo que tenemos. Bronca. Toneladas de bronca.

Por qué estoy acá Cuanto más reprimimos el amor, más bronca tenemos y entonces viene un señor (Zeus, Dios, super-yo, autoridad, imperativos, prohibiciones) y nos manda destruir y no disfrutar de lo que nos gusta, lo que amamos y lo que hacemos con alegría, entonando obedientes una canción épica; viene otro (que casi seguro es el mismo) y nos manda aguantar y tolerar lo que nos hace daño, no intentar cambiar nada porque “no podemos vivir mejor”; viene otro (sigue siendo el mismo y seguimos no dándonos cuenta y creyendo en sus buenas intenciones) y nos demuestra qué tontos y pobres somos, que así no nos podemos manejar solos… y le hacemos caso y nos entregamos a él con humildad y reverencia, convencidos de necesitarlo, de no poder vivir sin él. Y es cierto. Lo necesitamos. Necesitamos una autoridad severa que nos ayude a mantenernos en el estar reprimidos, que nos confirme que el sexo no es natural, que es pecado, que nos ratifique que nuestra mentalidad sexofóbica es adecuada, que es lo que permite que seamos una civilización “civilizada”…. Este miedo internalizado a disfrutar se alía con las reales dificultades (sociales, económicas) y las que a diario creamos y se yerguen como colosales bao-babs que permitimos crecer y desarrollar con toda libertad (parece ser para lo único que la supimos ejercer). Y así estamos. Quedan aún espacios libres en nuestro asteroide B-612. Creo que por eso el Núcleo y por eso Cultura. Al menos por eso yo acá: para intentar arrancar los yuyitos nuevos.

Diana Wang Diciembre 1974 Publicado en el Nº 3 de Cultura, órgano del Núcleo Cultural Alternativo