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Negatividad, esa piedra en el camino.

 
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En estos días en que estamos obligados a permanecer guardados porque hemos elegido cuidarnos y cuidar, la convivencia forzada y forzosa acentúa y reaviva cosas que ya venían pasando. Nos llueven por todas partes consejos y sugerencias para transcurrir este período de la mejor manera posible. Home office, reuniones familiares y de amigos, muchas actividades, mucha pantalla, mucho zoom y whatsapp, es como si existiéramos de la cintura para arriba, no importa qué zapatos llevamos. Ya estamos entrando en la recta del hartazgo, del cansancio, en el gris cotidiano en que todos los días son domingo y los horarios nos son esquivos porque da igual.

Ahora es cuando tenemos que estar alertas y no dejar que nuestras propias tendencias, cuando son negativas, nos venzan.

Hablemos de la negatividad. Se la ha descripto como un sesgo, un efecto que determina que respondamos más fuertemente a situaciones y emociones negativas que a las positivas. Si hacemos o decimos algo y recibimos elogios y felicitaciones, nos sentimos complacidos, pero si entre ellos aparece un comentario adverso, se vuelve lo único, lo más importante, nos obsesiona, nos altera la percepción y borra los elogios y aplausos. Somos mucho más permeables a lo negativo que a lo positivo. En la historia de nuestra evolución, el sesgo de negatividad fue esencial para nuestra supervivencia porque nos mantenía alerta frente a cualquier peligro, pero hoy puede ser una potente amenaza que altera nuestra mirada y modifica peligrosamente nuestra conducta. 

El sesgo de negatividad es hoy, más que nunca, una gran piedra en el camino de la convivencia, tanto con nuestra pareja como con quien sea que estemos conviviendo. Cualquier cosita, cualquier pelusa que flote en el aire puede volverse un doloroso conflicto que termine en acusaciones y peleas. Todos tenemos ese sesgo pero no todos vivimos esa tendencia a la negatividad del mismo modo. Las personas que la tienen instalada como parte esencial de su personalidad son las que tienen que tener un cuidado especial porque pueden deslizarse a emociones desgarradoras que alteren su percepción de lo que están viviendo y transformen la convivencia en un infierno.

Uno se ve inundado por la pregunta de ¿por qué no me quiere? o ¿por qué no me valora? o ¿por qué no le importo? que insiste, horada y se transforma en un alud que desciende sobre uno con una potencia arrolladora y nos aplasta y sumerge en la más honda desdicha.

Dado que nadie es perfecto y que nadie satisfará completamente nuestras necesidades, el sesgo de negatividad será una lente que tomará las imperfecciones de nuestra pareja como centro de nuestra mirada, las exagerará y las volverá un muro infranqueable contra el que chocaremos una y otra vez. En lugar de ver lo que está bien, de apreciarlo y agradecerlo, seremos solo recipientes de lo que está mal, de lo que no funciona. Lo que está bien se vuelve difuso y poco importante, casi que desaparece y solo somos receptores de lo que está mal.

En los estudios de parejas que conviven hace largo tiempo se encontró que uno de los temas centrales era la reacción ante la negatividad. Que no es tan importante cuánto hay de bueno o positivo en cada uno sino cuál es la reacción que tiene frente a lo negativo. La forma en que cada pareja encara sus interacciones problemáticas será la medida de su continuidad o fracaso. 

En esta convivencia virósica actuamos del mismo modo que ya lo hacíamos antes, solo que ahora se ve más, es más exagerado, no lo podemos evitar. Si ya venía ganando el sesgo de negatividad en nosotros, estamos ahora en un problema grave porque seguro que ha aumentado. Y una de sus características es que es muy contagioso, tanto como el coronavirus. La “mala onda” de uno, que es la forma en que el sesgo empieza a hacerse visible, genera fatalmente la “mala onda” de todos, el clima se enrarece, todos contagiados porque es altamente tóxico. 

Si el sesgo de negatividad es una de tus características, tal vez éste sea un buen momento para revisarlo y ver cuánto lo podés diluir. Si no, este poderoso auto sabotaje desgastará tanto la relación que lo bueno que pudiera estar habrá desaparecido de tu percepción. El sesgo de negatividad, no puede ser anulado, pero puede ser relativizado o amaestrado. 

Podés evitar el ciclo destructivo que produce. Son tres pasos. Detectar la negatividad ni bien aparece, no dejarla crecer. Preguntate dónde la sentís, después de qué te aparece, cómo suele acometerte sin que te des cuenta, ¿es un pensamiento?, ¿es una incomodidad?, ¿es un impulso motriz como pegar, salir corriendo, gritar? ¿es una sensación difusa pero alojada en alguna parte del cuerpo? Una vez que la tengas claramente individualizada, el segundo paso es controlar y frenar tu reacción, ponerla en stand by, no decir eso que mejor callar, no mirar como mejor no mirar, no actuar como mejor no actuar. El tercer paso es revisar, dialogar con el acceso de negatividad que te está ocupando. Digo bien, te está ocupando, como un alien que se aloja en tu interior y te tira gases venenosos pero que no es un desconocido. Miralo de frente, ponelo en palabras, conocelo, no te dejes ganar. Reconocelo como aquel impulso maléfico que tanto daño te hizo siempre y frente al cual te dejaste vencer una y otra vez. 

Son tres pasos: reconocerlo, frenarlo y conocerlo.

No hemos elegido someternos a esta pandemia ni vivir este encierro.  Pero sí habíamos elegido vivir con nuestra pareja y hoy podemos elegir hacerlo de una manera pacífica. 

El sesgo de negatividad es tan destructivo como el virus del corona, igualmente contagioso y maléfico cuando nos toma con la defensa baja. La convivencia forzosa nos bajó las defensas. No dejes que la negatividad te gane la batalla. Podés elegir. 

publicado en LN el 16 de mayo de 2020 como “Cuarentena. La negatividad en la convivencia y tres pasos para amaestrarla”.