Ningún genocidio sucedió en democracia

Hasta bien entrado el siglo XX los mineros tenían una técnica infalible para protegerse en su acceso a las minas: los canarios. Son aves más sensibles que el hombre a la falta de oxígeno y a los gases tóxicos y sucumben rápidamente si los hay. Si los canarios morían el peligro era inminente, los mineros, alertados, sabían que debían huir.

Los judíos tuvimos el fatídico privilegio de ser, muchas veces, como los canarios en la historia de la humanidad. Señalados y blanco de ataques desde diferentes ideologías y regímenes, sometidos a ocupar el lugar de Abel en la fraternidad humana, fuimos, en todos los casos, tan solo los primeros. Bajo el comunismo o el nazismo, bajo los zares o la inquisición, la caza del judío antecedió y preanunció la caza de todos los demás. Pueblo elegido para enfrentar al paganismo politeísta y traer al mundo el mensaje del monoteísmo y la ley, nos cupo el lugar, igual que los canarios, de ser las primeras víctimas y alertar al mundo respecto de lo que seguiría. En la Shoá fue claro y explícito. El master plan del III Reich tenía como objetivo la construcción de una sociedad “perfecta” basada en la reingeniería social de toda la humanidad, asegurando la supremacía, claro está, de los considerados superiores, los así llamados “arios”. Primero Alemania, después el mundo. El plan era global. El exterminio del pueblo judío, la anti-raza por antonomasia, el negativo del bien, preanunciaba lo que sucedería con los otros pueblos y grupos que amenazaban también con contaminar la delirante pureza “racial aria”. Negros, amarillos y rojos, discapacitados y enfermos, testigos de Jehová, masones y opositores políticos, homosexuales y gitanos, todos estaban destinados al exterminio o, en el mejor de los casos, a ser esclavizados al servicio de la “raza” superior. El plan delirante de rediseñar el mundo y la sociedad era pretendidamente científico pero sin consideraciones morales ni humanitarias. 

La planificación, organización y realización del exterminio de los judíos, fue el primer paso del plan. A eso llamamos la Shoá. 

Y aquel 27 de enero de 1945 el Ejército Rojo en su avance arrollador contra el nazismo se tropezó con Auschwitz. No sabían que estaba ahí. No fueron con intención liberatoria. Se chocaron con ese horror que los enfrentó con las imágenes de espanto de unos esqueletos emaciados que solo movían los ojos. Desahuciados y abandonados por los nazis en su huida pues no los podían arrastrar a la Marcha de la Muerte que debieron hacer los que todavía podían mantenerse de pie. No fue liberación. Fue el encuentro de un espejo deformado que mostraba lo que el hombre puede hacerle al hombre.

Las Naciones Unidas en esta fecha recuerdan y honran a las víctimas que no pudieron sobrevivir a la crueldad, la tortura y el gaseamiento. 

Vivamos este día con la conciencia de que si el nazismo no hubiera sido derrotado el mundo, así como lo conocemos, no existiría. Las guerras son la peor manera de resolver conflictos pero hay guerras necesarias, como la II Guerra Mundial. La lucha contra la xenofobia y la discriminación al diferente, el juicio crítico y la derecho a opinar como a uno le plazca, la confianza en un estado de derecho que nos protegerá y nos permitirá ser y crecer, son las condiciones sine qua non para que sigamos siendo humanos. La guerra emprendida por los Aliados y la derrota del nazismo lo hizo posible. Ningún genocidio sucedió en democracia. 

Que esta fecha sea un recordatorio perenne de esta lección esencial.

Publicado en Clarin