Esas pequeñas cosas

Pensando en la canción que dice: “Hoy el hastío ya le dio sabor a nada”… ¿Cómo se construyó ese hastío? ¿de qué nos hastiamos? Está la rutina, lo que es siempre igual, la no sorpresa, y hay que aprender a tomar de eso lo que tiene de bueno. Pero hay algo que solemos pasar por alto y que quiero señalar hoy. Son esas pequeñas cosas que fuimos dejando de hacer. Nos tomamos del brazo y empezamos a caminar juntos. Y, tomados del brazo, nos dejamos de mirar. Somos cada uno parte de la vida del otro, y dejamos de verlo como otro. Y ambos sentimos que nos falta esa atención que necesitamos. 

La presencia cotidiana del otro nos hace olvidar lo bueno que es mostrarle que nos importa que esté. Estamos juntos, tirando del mismo carro, y sentimos que somos uno como parte del otro, como si nuestro otro fuera nuestro brazo, y ¿a quién se le ocurre decirle a su brazo que es lindo tenerlo? contamos con el brazo, siempre está, no hace falta que se lo digamos. Pero nuestra pareja, aunque es parte de nosotros, es mucho más que nuestro brazo. En toda pareja se viven tres identidades, la de la pareja misma y la de uno y la del otro, y las tres deben ser nutridas. Cada uno de nosotros necesita recibir aprecio, interés y valoración. Si cada uno de los miembros de la pareja es visto y valorado, la pareja, que es la identidad que comparten, funcionará no solo mejor sino con más felicidad.

Vengo con unos tips a nuestro alcance, aptos para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero, son pequeñas cosas que le indican a nuestro otro que nos importa, que nos interesa y hasta que nos gusta, que es más que nuestro brazo o un mueble de la casa. También a nosotros nos encantaría que nuestro otro hiciera lo mismo, que nos diera señales de que nos considera, le importamos e interesamos, de que le seguimos gustando, que somos más que un brazo o un mueble de la casa que siempre está y al que no hay que preguntarle cómo está.  

Son cosas sencillas, como pequeños regalitos cotidianos que le informarán a tu otro que está en tu campo de visión y que te importa. 

  • Si desayunan juntos preguntále cuáles son sus planes para el día, qué tiene que afrontar, si algo le preocupa o si le entusiasma. ¿Cómo va a ser tu día? ¿Necesitás algo de mi? 

  • La mejor respuesta es la empatía, ponerse en lugar del otro y comprender lo que siente y expresarlo en lugar de opinar y menos cuando no te lo piden o de minimizar lo que le pasa al otro.

  • Hacele algún pequeño gesto de ternura en momentos fuera de programa, un abracito, una caricia aunque sea ligera, una sonrisa silenciosa. A veces el solo hecho de tocarle el brazo en medio de una conversación es una señal de interés y contacto.

  • Antes de irse a dormir comentale algo bueno que haya hecho, aunque sea mínimo mostrale que lo viste, que no te pasó desapercibido y que lo apreciaste. ¡Qué bueno estuvo ese comentario que le hiciste a la nena, la hizo sentir muy bien! o ¡Me gustó que pusieras la serie que me gusta a mí!

Son pequeñas cosas que el todos-los-días nos fue olvidando. El sabor a nada del hastío puede irse endulzando con una palabra amable, un gesto cariñoso, una señal de que vemos a nuestro otro y que nos importa. La rutina seguirá estando pero no será solo una amenaza, con estas pequeñas conductas que tienen que ver con la consideración y el respeto por el otro, la rutina también puede ser una estructura sólida y conocida por la que nos deslizamos confiados porque es un mundo conocido. El sabor de lo que siempre sabe igual es reconfortante cuando viene con una sonrisa, una palabra amable y el ojo atento. ‘