Si las estadísticas son correctas, los judíos constituyen sólo el 1% de la raza humana. Este número revela que son una insignificante y ligera mota de polvo de estrellas en el destello de la Vía Láctea. Ciertamente, el Judío debería pasar desapercibido. Pero se lo ve y escucha. Y siempre se lo ha visto y escuchado.
Es tan prominente en el planeta como cualquier otro pueblo. Tomando en cuenta su pequeñez numérica, su importancia comercial fuera de toda proporción es sorprendente. Sus contribuciones a la lista mundial de grandes nombres en literatura, ciencia, arte, música, finanzas, medicina y pedagogía exceden también toda suposición.
En todas las épocas ha protagonizado una lucha maravillosa y lo ha hecho con las manos atadas a su espalda. Podría sentirse envanecido consigo mismo y ser disculpado por ello.
Los egipcios, los babilonios y los persas aparecieron, llenaron con sonido y esplendor el planeta, luego se desvanecieron en la materia de los sueños y desaparecieron.
Los griegos y los romanos los siguieron, también hicieron mucho ruido y también se fueron.
Otros pueblos han surgido y mantenido sus antorchas en alto por un tiempo. Pero también se agotaron y permanecen en alguna nebulosa o han desaparecido.
El Judío los vio a todos. Los venció y está ahora como siempre estuvo, sin exhibir ninguna decadencia, ningún deterioro debido al tiempo, ningún debilitamiento de sus componentes, ningún retardo en sus energías, ningún aplacamiento de su mente alerta y activa.
Todas las cosas son mortales menos el Judío. Todas las otras fuerzas pasan, pero él permanece.
Publicado en Harper´s Septiembre 1899 en respuesta al fuerte antisemitismo en los Estados Unidos cuando compañías importantes no admitían judíos y ciertas universidades limitaban su ingreso a estrictos cupos de admisión. Gente “respetable”-influencers diríamos hoy- como Henry Ford y Thomas Edison, expresaban abiertamente su odio a los judíos.