Multiples sentidos de la memoria





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Hay palabras tan pregnantes que de sus múltiples sentidos posibles parecen haber quedado entrampadas en uno solo. Un buen ejemplo sería la palabra “discriminación” cuyos sinónimos podrían ser elección, distinción, diferenciación pero que se ha visto colonizada por el sentido de nominar a la mirada descalificatoria y denigrante de un colectivo social. Lo mismo está pasando con la palabra “memoria”. De todas las cosas a las que podría aludir, salvo que se lo señale específicamente, se entiende solo una, como si se hubiera transformado en una cosa en sí. La palabra “memoria” tiene un tinte de cosa buena, de moral positiva, y sus cultores, entre los que me cuento, nos vestimos con ella con un manto de legitimidad y ética, una especie de garantía de probidad. En la Argentina son varias las organizaciones que mencionan a la memoria en su nombre, como memoria viva, memoria abierta, memoria activa, memoria histórica, memoria por la verdad y la justicia, memoria del Holocausto, políticas de memoria. Se trata de la memoria del horror, de los hechos genocidas y las masacres masivas, de la necesidad de darles visibilidad y  evitar su tergiversación y olvido. Es una memoria focalizada, que solo se ocupa del sector que le interesa desde un punto de vista particular de quién ha sido la víctima y quién el victimario, reivindicando a las víctimas silenciadas. Son memorias políticas parciales, focalizadas y selectivas.



Los neurólogos, psiquiatras y psicólogos, trabajamos con la memoria. Los neurólogos y psiquiatras se centran en sus alteraciones y deficiencias. Los psicólogos, especialmente los psicoanalistas, indagan en el pasado, en la memoria y en sus laberintos y narrativas. Los físicos estudian la memoria de los materiales, como los colchones “memory foam”. La memoria de los contadores viene junto con balance una vez al año. Los dispositivos digitales aportan una memoria ram y otra rom. En cada uno de estos campos la memoria alude a otra cosa y se expresa de otra manera y es atendida consecuentemente, son memorias que se ocupan de sectores particulares de la realidad. 



También la memoria designa a un proceso individual y familiar, la memoria de amor y del dolor, de los instantes gema que nos reaniman cuando nos vemos cubiertos por la frustración y el desaliento, la memoria guardada en fotos que documentan momentos de nuestra vida, el crecimiento de nuestros hijos y nietos, los logros, las celebraciones, la sonrisa de los que ya no están.  Son memorias personales, huellas, marcas, sentidos que transitan en una misteriosa tensión entre recuerdo y olvido. Esta memoria es selectiva, parcial y cambiante. El olvido es como el silencio entre dos notas musicales, es parte de la música. El olvido, como aprendimos del torturado Funes de Borges, nos permite seguir viviendo.



Pero hay una memoria que da miedo porque no olvida nada, es la memoria digital. En esta memoria sí que está guardado todo como dice la canción de Leon Giecco que cantó Victor Heredia. La velocidad del procesamiento de datos se incrementa de manera exponencial y supera nuestra capacidad humana de hacerlo, lo que está buenísimo. Pero al mismo tiempo, nada se pierde, todo se conserva y cada uno de nosotros vive acompañado de esa especie de exo memoria en la que está todo. Las redes sociales que van siendo el modo de comunicación que se está estableciendo como universal, hace cada vez más transparente el muro que separa nuestra vida privada de la pública. Oigo todavía a algunos optimistas ilusos que creen que porque no tiene facebook, twitter o instagram están salvados y mantienen su privacidad. Tengo muy malas noticias para ellos. Si hicieron alguna vez un trámite bancario o administrativo (documentos por ejemplo, DNI, pasaporte, registro), si tienen tarjetas de crédito o débito, si están afiliados a alguna prepaga médica u obra social, un club, una organización cualquiera, alpiste, perdiste. Todos nuestros movimientos están registrados y guardados. Toda vez que se abre un sitio en internet queda guardado ese dato que alimenta los datos anteriores creando un perfil identitario, de intereses, ideología y recursos. Hay miles de satélites sobrevolando con la capacidad de oír cada una de nuestras conversaciones si ése fuera su interés. Ésta es la memoria aterradora con la que tenemos que convivir, sin modo de evadirla. 

Vuelvo a la canción, porque estas informaciones nuestras que están guardadas en la memoria, ya no son  “sueño de la vida y de la historia”, ni tampoco son “libres como el viento”.