"¡¿Otra vez la Shoá?!" - Charla CLICK!

[embed]http://youtu.be/Hkgvx3YwcsY[/embed] Texto:

¡¿Otra vez la Shoá?! No quiero oír más sobre eso, basta de muertos, basta del sufrimiento del pueblo judío. Ya lo sé. No me lo tenés que volver a contar.

Tal vez haya gente que piense así. Yo misma lo siento muchas veces.

Nací en Polonia a poco de terminada la guerra. Cuando la partera me vio le dijo a mi mamá “¡qué suerte tiene señora! esta nena tan blanquita, rubiecita, cuando vuelvan los nazis, se va a salvar!”. Este fue mi primer click.

Llegamos a la Argentina en 1947. Como estaba prohibido el ingreso a judíos dijimos que éramos católicos para poder entrar.

A partir de ahí nos cuidábamos y por las dudas no andábamos diciendo que éramos judíos, tampoco en la escuela. Era obligatorio tomar clases de religión.  A los 8 años me aparecí en mi casa y le dije a mi mamá: “quiero un vestido blanco”, “¿para qué?”, “para hacer la primera comunión”. Puso el grito en el cielo. “No nena! nosotros somos judíos, no vamos a la iglesia, no hacemos la comunión, no lo dije en la escuela para que no hicieran diferencias con vos, para que fueras igual que todo el mundo”. En religión me decían que los judíos habían matado a dios. Así que yo era judía, culpable por nacimiento, y encima, nada de vestido blanco ni comunión con las otras chicas. Saber que era judía fue mi segundo click.

Aquel lunes a la mañana mamá llamó desesperada. “Perdoname nena, perdoname, no sabía lo que pasaba, yo pensaba que este país era seguro, disculpame, perdoname que te trajimos acá”.v“¿qué pasa mamá, qué pasa?”  “¿¡Cómo qué pasa? ¡bombardearon la AMIA, nos quieren matar otra vez!”. ¿A mí me querían matar? ¿otra vez? ¿qué quiere decir eso? “otra vez” para mi mamá quería decir que nos querían matar acá como en Europa. “Otra vez” para mí quiso decir que la historia de mis padres era también la mía, que era hija de sobrevivientes de la Shoá. Ese fue mi tercer click.

A partir de ahí empecé este camino de estudio, memoria y difusión de la Shoá.

La Shoá es parte de mi vida. Mis padres se salvaron escondidos durante varios años en un altillo así de chiquitito. Pero ¿qué hacer con Zenus, su hijito de 2 años? ¿cómo preservarlo de una muerte segura? Hicieron lo que tantos, confiaron una familia cristiana que lo recibió como propio. Terminada la guerra, milagrosamente vivos, lo fueron a buscar. “Está muerto” les dijeron. “¿y… su cuerpo?”, no “recordaban” donde lo habían enterrado. Para mis padres era obvio: Zenus estaba vivo y había sido apropiado. Nunca lo pudieron encontrar. Solo quedó esta foto. Lo sigo buscando, sin saber ni su nombre ni donde está. El impulsa a hacer lo que hago. Zenus y todos los Zenus salvados por sus padres, entregados a manos extrañas sin saber si lo podrían volver a ver. Los Zenus de allá y los de acá. Los de entonces y los de ahora. Los rubios, los morenos, los Zenus nenas, los varones, todos los Zenus que hay en el mundo que siguen en peligro y que debemos proteger y salvar. Por ellos importa la Shoá.

Y vuelvo a la pregunta del inicio: ¿Otra vez con la Shoá?  ¿Otra vez Auschwitz, el heroico levantamiento del gueto de Varsovia, los 6 millones de judíos asesinados entre ellos 1 millón y medio de niños? ¿Cuántas veces oímos estas frases en los discursos? y cuando las oímos ¿nos detenemos a pensar en qué quieren decir?

La Shoá pareciera que está de moda. Todo el mundo sabe que hubo un Holocausto. Los judíos hemos triunfado en su rememoración y difusión. Pero, igual que con la AMIA, sigue siendo un tema judío.

Solemos decir más o menos siempre las mismas cosas sobre el Holocausto. En ámbitos judíos uno puede entenderlo porque para qué explicar más, si total nos pasó a los judíos, entonces nosotros sabemos. Sin embargo no es cierto que con que a uno le pase algo nos pase uno sabe qué pasó y por qué. Creemos que sabemos y lo que es peor, no sabemos que no sabemos. Las frases hechas, los lugares comunes caen como cáscaras vacías. Y en su vaciamiento pierden sentido, y sin darnos cuenta corremos el peligro de sumarnos a la moda y a su peor consecuencia: la banalización.

Cualquier déspota, cualquier autoritario es un nazi, un Hitler. Cualquier campaña mediática es una propaganda como las de Goebbels. Cualquier ataque o discriminación negativa sea por el tema que sea, por gordos, bullying, droga, femicidio, homofobia, es un Holocausto. Si todo o cualquier cosa es un Holocausto, el Holocausto no es nada.

Se suele llamar a los sobrevivientes a dar testimonio. Es fundamental escucharlos, honrar su sufrimiento, mantener viva su memoria y así contradecir los argumentos de los negadores. Pero si queremos saber qué fue la Shoá, como dice Jack Fuchs, un sobreviviente: “no me pregunten a mí, pregúntenle a los asesinos”.

Y es cierto. El sobreviviente sabe solo lo que vivió, y si tomamos solo su testimonio no nos alcanza para entender qué fue la Shoá. Y si no lo entendemos, el testimonio queda como algo emocionante, conmovedor, pero que no explica qué pasó y por qué.

La Shoá es un antes y un después en la historia de la Humanidad, no por el sufrimiento de sus víctimas ni por su cantidad, sino por sus causas, contextos y objetivos y metodología.

El testimonio del sobreviviente refleja sólamente  lo que sufrió y eso es fundamental porque refleja, de una vez y para siempre, que no hay límites para lo que un ser humano puede hacerle a otro ser humano. Pero explica qué fue la Shoá, no sirve para enseñar, no alcanza. Es como suponer que si escuchamos a los sobrevivientes de las Torres Gemelas vamos a saber quién fue, qué pasó, cómo y por qué.

La Shoá no es una creación del pueblo judío. Fuimos los pasajeros de un tren que chocó, no sus conductores ni los responsables de que no funcionaran los frenos. Auschwitz es obra de los asesinos, de los ideólogos del nazismo, de los intelectuales, científicos y técnicos que lo hicieron posible, de la educación y la propaganda que lavó el cerebro de casi todo el pueblo alemán, de la cobardía o el error de cálculo de las potencias internacionales que dejaron que pasara. La Shoá no es un rayo misterioso que cayó sobre nosotros. Auschwitz no está en otro planeta, está acá y es producto de nuestra civilización.

Y si lo mantenemos como tema judí, estamos en varios problemas:

  • hemos construido nuestra propia trampa y mantenemos y nos hundimos en nuestra identidad de víctimas,
  • nos perdemos la oportunidad de salir al mundo y transmitir las poderosas lecciones que tiene para toda la Humanidad.
  • facilitamos el camino a la banalización. Auschwitz va a llegar a ser un símbolo, una mercancía, como la imagen del Che en las remeras o la lengua afuera de los Rolling Stones.
  • La Shoá estuvo diseñada para matar al pueblo judío, pero si lo dejamos dentro de la esfera de lo judío, matamos a la Shoá, la vaciamos de su potencia educativa y poco a poco se va deshaciendo su sentido.

Para recuperar ese sentido, propongo que subamos un nivel lógico y que hablemos del MAL. El mal con mayúsculas porque fue este MAL el que condujo a la Shoá y a todos los otros genocidios, persecuciones y matanzas de la Humanidad. Todos.

Diferencio el mal con mayúsculas del mal con minúsculas. El mal con minúscula es ese daño que una persona le hace a otra persona en una relación de dos. Es personal, individual, emocional, se hace porque uno quiere, es reactivo y puede generar culpa.  El MAL con mayúsculas tiene otros intervinientes, es el mal que hace una persona en nombre de un sistema sobre otra persona que es parte de un grupo al que hay que destruir. El mal con mayúsculas es impersonal,  colectivo, racional o político, se hace por obediencia y no genera culpa. Este es el MAL que corroe nuestra sociedad, este es el MAL que tenemos que aprender a conocer y a reconocer.

Y entonces sí hablar de la Shoá, porque en la Shoá podemos encontrar todos los aspectos y todos los elementos que caracterizan al MAL con mayúsculas. Por eso la Shoá es el modelo del MAL. Aunque no fue ni el primero ni el último. Recordemos que antes de la shoá estuvo el genocidio armenio antes y después de la Shoá, con tantas declaraciones de nunca-mases, la limpieza étnica en los Balcanes, las masacres en Camboya, Indonesia, Ruanda, las dictaduras militares entre ellas la nuestra y decenas y decenas de hechos similares que siguen sucediendo. Y si los miramos con la lente de la Shoá, si los incluimos en la categoría del MAL con mayúsculas, tal vez algún día, pudiera encontrarse algún mecanismo para que de verdad, no pasen nunca más.

Generaciones de la Shoá está formado por sobrevivientes, hijos, nietos de sobrevivientes, docentes, estudiosos, aprendices. Nosotros sabemos en carne propia que la Shoá no es propiedad nuestra, tampoco fue una distinción que se le hizo al pueblo judío, es algo que nos pasó y tenemos la obligación de salir al mundo y de contarlo y enseñar lo que podemos aprender de esto, salir de los estereotipos, buscar otras formas de enseñar y transmitir esto que nos resulta vital.  .

Hacemos Cuadernos de la Shoá, es una publicación periódica, que encara los temas de la Shoá que habitualmente no se toman en cuenta, de manera parcial desarrollamos cada uno y abrimos el foco: hablamos de las víctimas judías, de los perpetradores, los asesinos, de la mayoría indiferente y del contexto político. Lo acompañamos con  una propuesta pedagógica, con sugerencias para el trabajo  en el aula y una lista bibliográfica y películas sobre cada tema.

Y el Proyecto Aprendiz. El Proyecto Aprendiz honra el testimonio del sobreviviente. El Aprendiz oye, oye a un sobreviviente y se compromete a seguir contando esta historia varias décadas más. En un puente hacia el futuro, armando la cadena de transmisión que permite que cada una de estas historias siga siendo escuchada. Estamos empezando el 9º grupo, tendremos más de 100 parejas de Aprendices y sobrevivientes, cada una de estas historias seguirá siendo contada con las palabras del protagonista.

En los genocidios hay algunos aspectos que son comunes y que tenemos que conocer. Uno de ellos es el destino de los niños, sus víctimas más desvalidas. Los genocidios dejan  hijos huérfanos de padres, padres huérfanos de hijos. Líneas familiares que se cortan.

Esta es Mijal, mi nieta mayor, tiene 16 años. Y esta es Cesia, mi mamá, Cesia, su bisabuela cuando tenía su misma edad. Me conmueve ver el parecido de estas dos mujeres, en estas fotos tomadas con 90 años de distancia.

Rosita no tiene una foto de su mamá, no puede hacer esta comparación. Rosita nació en el gueto de Varsovia cuando los nacimientos judíos estaban prohibidos. Había que salvarla a toda costa. Sus padres tomaron la dura decisión de entregarla, no había otra salida. Consiguieron documentos a nombre de Wanda y un muchacho que se atrevió a sacar a la bebita de pocos meses en una bolsa fuera de los muros del gueto. Rosita no sabe cómo llegó al orfanato de monjas donde estuvo hasta sus cinco años. Lo único que se acuerda es que un día llegó un señor que dijo que era el papá. “¿Y cómo sé yo que usted es el padre de Wanda?” preguntó la madre superiora con mucha desconfianza.  “Porque mi bebita tiene una marca de nacimiento en la oreja izquierda. Vaya a ver”. Y la marquita estaba ahí. Wanda volvió a ser Rosita, recuperó a su papá y su identidad judía. Pero nunca conoció a su mamá, había muerto en la deportación y no quedó ninguna foto de ella. Rosita se pregunta cómo habrá sido para su mamá el momento en que le dijo adiós, cuando la arropó, cuando metió su nariz adentro de su cuerpecito y le dió un beso por última vez. Rosita no tiene memoria ni del olor de su mamá, ni de su voz, ni de su cara. Tiene dos hijos y varios nietos. Y en cada uno sigue buscando indicios: ¿se parecerá a mi mamá? ¿habrán sido así sus ojos? Nunca lo sabrá.

Rosita es una niña salvada. El mundo está lleno de niños en peligro. En cada uno que se salve se salva un mundo.

La Shoá puede ser lápida o trampolín.

Elijamos el trampolín.

Que así sea.