Discurso Yehuda Bauer - 2006

Discurso del profesor Yehuda Bauer en el International Holocaust Remembrance Day – Día Internacional de Rememoración del Holocausto- de las Naciones Unidas.Traducción: Diana Wang

Sr Sub-Secretario Tharoor, Excelencias, Amigos,

El 27 de enero de 1945 el Ejército Rojo liberó el campo de concentración y exterminio de Auschwitz. No fue esto el final de la matanza de la Segunda Guerra Mundial que costó la vida a unas 35 millones de personas, en su mayoría civiles. La guerra continuaría aún más de tres meses. Unos diez días antes de la liberación de Auschwitz, 58.000 prisioneros fueron obligados a salir de allí caminando porque los nazis no querían que cayeran vivos en manos de sus liberadores. Vivirían lo que se ha conocido como las Marchas de la Muerte. Alrededor de la mitad murió en su transcurso. Dejaron atrás las cenizas y los huesos de mucho más que un millón de seres humanos, la mayoría gaseados, un millón de los cuales eran judíos y unos 7.000 prisioneros enfermos y moribundos, tanto niños judíos como niños Roma (gitanos), sobre los que habían realizado experimentos médicos criminales los médicos alemanes.

¿Qué había causado esa guerra, el más terrible conflicto en la historia de la humanidad hasta ese momento? No fue primariamente una cuestión económica. La Alemania nazi había emergido de la crisis económica de los treintas, había vencido al desempleo, el nivel de vida había vuelto a ser más o menos el que había en los veintes y estaba mejorando. Tampoco era amenazada por algún otro país, por el contrario, Alemania estaba amenazando a otros. Tampoco fue una causa el deseo que el pueblo alemán pudiera tener por la guerra, como lo refieren en forma unánime todos los observadores de aquel tiempo. Fue causado por los dirigentes nazis puramente por razones ideológicas y la ideología contenía dos elementos principales: uno, el deseo de controlar Europa, y a través de ello, al mundo entero para edificar una jerarquía racial global que tuviera a los pueblos nórdicos de la raza ‘aria’ en el lugar más elevado y a todos los demás debajo de ellos. Para conseguirlo Europa debía ser conquistada. Las poblaciones germánicas se asentarían allí y garantizarían la explotación de los recursos agrícolas e industriales de la región en favor de Alemania asegurando en consecuencia su supremacía sobre sus enemigos. Polacos, rusos y otros serían los esclavos que trabajarían en beneficio de la raza maestra. El segundo elemento importante en la ideología nazi era el antisemitismo. Veían a Jesús como el Satán que controlaba a todos los enemigos de Alemania. En un extremo, a sus ojos, estaba Hitler, el nuevo Jesús Cristo, el salvador que llevaría a la humanidad, bajo imperio germánico, a un futuro de gloria. En el otro extremo estaba el judío satánico que intentaba evitar esta utopía de conquistar el gobierno global.

En nombre de aquella utopía de un nuevo mundo racista y maravilloso, la vasta mayoría del pueblo alemán fue persuadido de abandonar su moralidad aceptada, e integrar el proceso necesario para que se cometieran vastos asesinatos. Estos incluyeron al menos tres genocidios: contra los polacos, los Roma (gitanos) y los judíos. Jamás debemos olvidar que las utopías matan; las utopías radicales y universalistas como el Nacional Socialismo, el Comunismo y los radicales que apoyan hoy el terrorismo global, matan radical y universalmente.

La ideología antisemita estaba basada en una distorsión del cristianismo; era anti-cristiana porque Jesús de Nazareth y sus discípulos tuvieron origen judío. El nazismo desarrolló tradiciones antisemitas cristianas, tales como la leyenda sobre la conspiración mundial judía que es actualmente revivida por las ideologías radicales islámicas. El antisemitismo cristiano provenía de la disputa entre cristianismo y judaísmo en el mundo antiguo sobre las almas de romanos y griegos. Las acusaciones se transformaron en asesinas cuando el cristianismo se constituyó en una religión de Estado y usó el poder del Estado para imponer sus ideas. En el transcurso del tiempo, se agregaron otras invenciones y supercherías, tales como la acusación del libelo de sangre que acusaba a los judíos de matar a niños no judíos para usar su sangre como alimento, una superstición mortal diseminada hoy entre los mismos radicales que promueven el terrorismo mundial.

Pero el cristianismo y el Islam nunca planearon un genocidio de judíos. Eso quedó para el mundo secularizado y anticristiano del grupo de intelectuales europeo frustrados por las crisis introducidas con los desarrollos económicos y sociales.

La ideología nazi, en consecuencia, fue la fuerza que motivó el deseo alemán por la guerra; existieron ciertamente consideraciones pragmáticas pero fueron secundarias. No es una exageración decir que la Segunda Guerra Mundial y la muerte de decenas de millones, la destrucción de países y culturas, la tortura y muerte de niños y adultos, fue causada en parte por el odio hacia los judíos. Para todos los que aún hoy dudan en actuar en contra de la propaganda antisemita, venga de donde venga, es preciso preguntarles: ¿no han aprendido la lección? ¿Saben que es un veneno que mata incluso a quienes lo propagan? Algunos de nosotros, como los gobiernos de los 55 países de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) que se han comprometido a luchar contra el antisemitismo ya parecen haberlo comprendido.

Auschwitz se ha transformado con toda razón en el símbolo del mal como tal. Para el pueblo judío, es el mayor cementerio del mundo, un cementerio sin tumbas. Pero lo asesinado en los campos de exterminio no fue solo gente, por si esto no fuera suficiente; otra parte de ello fue el intento fue de erradicar la cultura judía, una civilización, una tradición que proveyó una de las columnas de la civilización moderna.

Una es la especificidad del destino judío, la otra contiene implicaciones universales; son dos lados de una misma moneda. Los judíos fueron las víctimas específicas del genocidio. Pero sus implicancias son universales porque quién sabe quién puede ser “los judíos” la próxima vez.

Por supuesto que existen paralelos entre el Holocausto y otros genocidios. El principal es que el sufrimiento de las víctimas es el mismo. Un asesinato es un asesinato, un asesinato de un niño es el asesinato de un niño, la tortura es la tortura, la violación es la violación. El hambre, las enfermedades y la humillación son las mismas en todos los asesinatos masivos. No hay gradaciones y ningún genocidio es mejor o peor que otro; nadie es más víctima que otro. El otro paralelo es que cada genocidio es perpetrado con los mejores medios técnicos y burocráticos disponibles para los perpetradores. El actual genocidio de Darfur está perpetrado con la ayuda de bombardeos aéreos; se usan teléfonos celulares y la burocracia gubernamental apoya a los asesinos y evita una efectiva intervención externa. En Ruanda, el genocidio fue perpetrado con la ayuda de la estación central de radio que daba instrucciones a los asesinos y la burocracia central del gobierno que había sido desarrollada sobre modelos europeos por intelectuales, algunos de los cuales habían estudiado en las mejores universidades francesas, belgas y canadienses. La Alemania nazi usó la burocracia moderna y los mejores medios tecnológicos a su disposición. Los Hutus y los Janjaweed no tenían y no tienen gas; los alemanes sí, y lo usaron. Sí, es verdad que el Holocausto fue perpetrado en el propio centro de Europa y de la civilización mundial y que sus perpetradores principales venían de los mismos lugares de los que se originaron algunos de los logros culturales más maravillosos de la raza humana. El pueblo alemán ha producido a Kant y a Hegel, Mozart, Beethoven y Brahms, Durero y Planck; desdichadamente, no fueron estos los nombres de los que condujeron Alemania en los treintas y los cuarentas. El hecho de que esta tragedia sucediera en el centro de la supuesta civilización más avanzada no tenía precedentes. Pero el hecho de que fuera realizado con los mejores medios técnicos posibles disponibles por los perpetradores, eso es un paralelo con otros genocidios.

Los investigadores políticos han mostrado que durante el siglo veinte un vasto número de civiles y prisioneros de guerra desarmados han sido asesinados por gobiernos y organizaciones políticas, algunos dicen que 91 millones de personas, otros dicen que aún más. A esto se le suman unos 34 millones de soldados que murieron en las guerras durante ese período, contando las dos guerras mundiales. Esto significa que murieron mucho más civiles que soldados. De aquellos, cerca de seis millones fueron judíos que murieron en el caso más extremo de genocidio existente. ¿Por qué es el holocausto el caso más extremo? ¿Por qué es cada vez mayor la cantidad de gente interesada en esta tragedia particular? ¿Por qué hay una inundación de obras de ficción, teatro, cine, series de televisión, arte, música y por supuesto investigaciones académicas, históricas, sociológicas, filosóficas, psicológicas, en una medida que raramente pueda ser igualada con respecto a otros sucesos históricos?

Pienso que la razón es que mientras todos los elementos de cada genocidio se repiten en otros genocidios, hay elementos en el Holocausto que no tuvieron precedente; no pueden ser encontrados en genocidios que lo precedieron. Además del hecho de que sucedió en el centro de la civilización humana, son cinco estos otros elementos. Uno, que los perpetradores trataron de encontrar, registrar, marcar, humillar, disponer, concentrar y asesinar a cada persona que tuviera tres o cuatro abuelos judíos por el crimen de haber nacido judío. No había precedentes para esto. Dos, debía hacerse, definitivamente, en todas partes del mundo, entonces, por primera vez en la historia hubo un intento de universalizar el genocidio. Tres, había una ideología muy inusual. Sabemos por supuesto que todo genocidio es racionalizado por una ideología basada en factores pragmáticos, como aspectos económicos, sociales, políticos o militares. Así, en Ruanda, la ideología hegemónica Hutu se desarrolló en un contexto pragmático de lucha por el poder dentro del sistema Hutu y la lucha militar contra una fuerza de invasión compuesta mayormente por personas de la minoría Tutsi perseguida. Pero con los nazis, los elementos pragmáticos eran menores. No mataron judíos porque querían sus propiedades. Robaron sus propiedades en el proceso de deshacerse de ellos, primero mediante la emigración, después por la expulsión y al final con la muerte. Mataron a trabajadores judíos de fábricas de armamentos cuando precisaban de cada par de manos luego de la derrota en Stanlingrado en los comienzos de 1943; mataron gente en el gueto de Lódz en 1944 donde se producía casi el 10 por ciento de toda la ropa que usaba el Ejército Alemán; asesinaron trabajadores esclavos judíos que construían caminos por los que debía transitar el ejército alemán. Si hubieran estado movidos por las modernas prácticas capitalistas, económicas y efectivas en términos costo-beneficio, habrían robado las propiedades judías y luego utilizado la fuerza de trabajo esclava para sus propios propósitos, como lo hicieron con los polacos por ejemplo. Pero no, tenían que asesinar a lo judíos porque esa era la ideología que los conducía. La ideología nazi tenía la característica de las pesadillas. Creían en una conspiración mundial judía, una imagen en espejo de su propio deseo de controlar el mundo. La vieja trama desarrollada en la conocida superchería llamada “Los protocolos de los sabios de Sion”, producida a comienzos del siglo veinte por la policía zarista rusa, fue despertada, usada y adaptada por los nazis y sigue siendo propagada hasta hoy en todo el globo por movimientos y regímenes antisemitas. Creían en la acusación del asesinato ritual de niños no judíos en manos de judíos, otra vez, una leyenda delirante que sigue envenenando las mentes de tantos en el mundo. El genocidio de los judíos, luego, se basó en pesadillas que se transformaron en ideologías, y esto no tenía precedentes. Cuatro, la utopía de la jerarquía racial global con un real enemigo satánico, los judíos, que debían ser eliminados. No hay razas, todos los humanos nos hemos originado en África. Los aborígenes australianos, rusos, americanos, chinos, Albert Einstein, todos venimos del mismo lugar. La seudo-ciencia nazi racista planeaba una utopía que llevó al asesinato de los judíos. Y quinto, los judíos son los últimos restos sobrevivientes de los tres pilares originales de lo que es conocido inadecuadamente como la civilización occidental; Atenas como el origen de la estética, poesía, literatura, arquitectura, filosofía; Roma que nos dio la idea de un estado ordenado y también desarrolló una literatura y una arquitectura de la que ha aprendido la moderna civilización; y Jerusalén, con sus profetas y su ética representando las aspiraciones de la humanidad. Los modernos griegos e italianos no hablan el griego antiguo o el latín; rezan a dioses diferentes y escriben distintas literaturas. Pero los judíos todavía hablan el idioma antiguo y su civilización es una continuación directa y un desarrollo de su cultura antigua. Los nazis se oponían concientemente a todos los valores de la civilización europea tales como el liberalismo, la democracia, el socialismo y el humanitarismo y querían destruirlos. Veían en los judíos a los símbolos de aquellos valores que querían eliminar; la destrucción de la gente que los simbolizaba fue lo que siguió.

El Holocausto no tuvo precedentes y nuestra expectativa era que se hubiera convertido en una advertencia, no un precedente. Pero se ha probado nuestro error. Se ha vuelto un precedente y fue seguido con otros genocidios. ¿Qué significa para la humanidad esto? ¿Qué significa para las Naciones Unidas? ¿Qué haremos respecto de las Naciones Unidas?

Cuando tenía cinco años, le dije a mi madre: “Mamá, no sos hermosa pero sos mía”. Las Naciones Unidas son nuestras; son las mejores Naciones Unidas que tenemos, no tenemos otras. Entonces, más que oponernos o criticarlas, apoyémoslas y tratemos de que mejoren y sean más efectivas en proteger a la humanidad.

¿Hay una posibilidad de que podamos tener éxito cuando intentamos prevenir genocidios usando nuestra comprensión del genocidio paradigmático de los judíos y su comparación con otros genocidios que han sucedido después? ¿Es acaso la propensión a asesinar y asesinar masivamente algo que todos llevamos dentro de alguna manera? Creo que los humanos tenemos el instinto de matar, sea a individuos o a grupos, y que somos los únicos mamíferos que matamos a nuestra misma especie en grandes cantidades. Ello podría ser el resultado de nuestro desarrollo como especie cuando nos defendemos, defendemos a nuestras familias, clanes, tribus, naciones y territorios de enemigos reales o imaginarios para eliminarlos. Si no tuviéramos ese instinto en nosotros ¿cómo podemos explicar el hecho de que prácticamente todas las sociedades tengan leyes contra el asesinato? Si no estamos inclinados al asesinato estas leyes serían completamente superfluas. Con diferentes crianzas y procesos de socialización, y una historia diferente de nuestras comunidades, todos podríamos convertirnos en asesinos masivos. Pero si ello es así, ¿hay una manera realista de prevenir los brotes de asesinos genocidas? El Holocausto es uno de los genocidios que puede proveer una respuesta a esta cuestión: en Yad Vashem, el Instituto israelí y judío para la Conmemoración del Holocausto, sabemos que tenemos más de 21.000 nombres de individuos y grupos que han rescatado a judíos y pensamos que el número real debe ser al menos diez veces mayor, no conocemos los otros nueve décimos. Tal vez sea una pequeña proporción de los pueblos europeos los que han salvado a sus prójimos humanos, pero evidencian que hay una alternativa, que hay en nosotros la posibilidad de acceder a la salvación de otros humanos aún a riesgo de nuestras propias vidas. La razón básica de por qué ustedes y yo estamos hoy acá es que queremos hacer todo lo que podamos para que la gente se aleje del polo asesino que todos tenemos y se acerque al polo del auto-sacrificio, que también tenemos, en pos de los demás.

Les daré un ejemplo: en el pequeño poblado de Kurenets, en la actual Bielorrusia, vivían unos 1500 judíos cuando fue ocupado por los alemanes. Esclavizaron a los judíos inmediatamente y cercaron con un alambrado de púas la plaza central para las masas de prisioneros de guerra soviéticos que habían sido tomados prisioneros en las primeras semanas de su invasión a la URSS. Cada día traían a miles, andrajosos, desesperadamente hambrientos y sedientos, heridos y enfermos y los llevaban en la mañana siguiente hacia el oeste. Los esclavos judíos debían llevar barriles de pan y agua para los prisioneros. Entre los trabajadores esclavos había un grupo de ocho jóvenes que ya habían empezado a pensar en resistir. Uno de ellos, llamado Zalman Gurevich, se acercó al capitán soviético llamado Pyotr Mikhailovich Danilochkin quien acababa de decir “sáquenme de aquí”. Gurevich, de acuerdo con sus amigos, decidió ayudarlo. Se puso una segunda capa de ropa de trabajo con la estrella judía y entró en el espacio cercado llevando un barril. Escondido entre la multitud de prisioneros de guerra desesperados, Danilochkin se puso rápidamente el segundo traje que llevaba Gurevich y se transformó en un trabajador esclavo judío por el resto del día. No había gueto en Kurenets y a la noche los trabajadores podían volver a sus casas. Gurevich llevó a Danilochkin a lo de sus padres quienes lo cuidaron hasta que recuperó la salud. Danilochkin fue el organizador del primer grupo de partisanos en Bielorrusia y nunca olvidó a los judíos que lo rescataron y salvaron. Los ocho del grupo fueron los primeros judíos que se unieron a él. Cuando los alemanes vinieron a matar a los judíos de Kurenets, unos 300 se fueron con los partisanos de Danilochkin quienes los ayudaron lo mejor que pudieron. Los jóvenes y fuertes se volvieron miembros de las unidades partisanas; otros entraron clandestinamente en el territorio no ocupado de la Unión Soviética. Unos 150 sobrevivieron.

¿Qué les he contado con esto? Les dije que durante el Holocausto los judíos rescataron a un no judío a quien no conocían, bajo el riesgo de sus propias vidas y luego ese no judío y sus camaradas rescataron a judíos, a quienes no conocían, bajo el riesgo de sus vidas. Ciertamente, el Holocausto revela la hondura de la depravación humana; pero hay en sus márgenes picos que muestran el auto-sacrificio que algunos humanos hacen por los demás. Es esto lo que nos indica que hay una alternativa, que los intentos por impedir los genocidios, como por ejemplo la Oficina del Consejero Especial para la Prevención del Genocidio del Secretario General y varias ONGs y gobiernos, no son después de todo una tarea sin esperanzas. Pero el fracaso, hasta ahora, de la comunidad internacional para tratar con el actual genocidio de Darfur muestra cuán grande es la dificultad. La expansión de la Alemania nazi pudo haber sido evitada así como el comienzo de la guerra y la comisión del genocidio, no por causa de los bellos ojos de los judíos sino por los intereses de los grandes poderes, Inglaterra, Francia, la Unión Soviética y los EEUU. No lo hicieron y pagaron, no solo con el asesinato industrial de cerca de seis millones de judíos sino con las muertes de decenas de millones de sus propios ciudadanos y la destrucción de Europa. Si no se puede detener el genocidio de Darfur, se difundirá, habrá más masacres genocidas y el precio para el mundo será muy pesado. Los intereses económicos son uno de los primeros factores que impiden la prevención; pero la gente debiera advertir que es mucho más barato impedir un genocidio que pagar por la reconstrucción más tarde. Nadie gana nada con matanzas genocidas, incluidas las comunidades de donde provienen los perpetradores. El hecho es que en muchos, si no en casi todos los sucesos genocidas, el escape y la impunidad de los lideres de los asesinos es otro escándalo aún que la comunidad internacional debe rectificar. La impunidad estimula más masacres genocidas. Después del Holocausto algunos altos jerarcas del régimen nazi fueron llevados a juicio y una cantidad de otros fueron sentenciados en los sesentas en Alemania. Pero miles de criminales de nivel medio no fueron llevados a juicio o escaparon con diferentes estratagemas. Un consenso internacional efectivo debería hacer que todos los asesinos masivos potenciales adviertan que hay un precio muy pesado por pagar si se dejan de lado los principios morales básicos.

Somos una sola raza humana, interconectada e interdependiente. Las políticas que no están basadas en consideraciones morales son, al final del día, políticas muy poco prácticas. Es en base a estas consideraciones que les solicito me permitan repetir aquí lo que dije exactamente hace ocho años en mi discurso al Bundestag (Parlamento): vengo del pueblo que entregó los Diez Mandamientos al mundo. Convengamos que estamos necesitando tres mandamientos más: no serás un perpetrador; no serás una víctima y no serás nunca, pero nunca jamás, un observador indiferente.